jueves, 10 de julio de 2008

Entendamos al estrés traumático infantil

Esta información proviene del National Traumatic Stress Network. www.NCTSNet.org . 2004

La mente, el cerebro y el cuerpo están programados para que hagamos que el peligro sea lo primordial para nosotros. Las cosas que representan un peligro cambian durante el transcurso de la niñez, de la adolescencia y de la adultez.
La forma en que nos sentimos ante un peligro depende de dos cosas: de cuán grave pensemos que pueda ser el peligro y de lo que creamos que podemos hacer para contrarrestarlo.
Los peligros pueden llegar a ser “traumáticos” cuando amenazan con producir graves lesiones o muerte. Las experiencias traumatizantes incluyen también la violación física o sexual del cuerpo. El presenciar actos de violencia, graves lesiones o una muerte grotesca puede ser igualmente traumático. En situaciones traumatizantes sentimos la amenaza inminente sobre nosotros o sobre otras personas y, con frecuencia, graves daños y desgracias las siguen de inmediato.
Para juzgar la gravedad del peligro, los niños pequeños dependen del “escudo protector” que les proveen los adultos y hermanos mayores y también dependen de ellos para su seguridad y bienestar.

Por razones fundamentales a la supervivencia, mucho después de la experiencia traumatizante, éstas continúan siendo prioridad en los pensamientos, emociones y comportamiento de los niños, de los adolescentes y de los adultos. Es posible que el miedo y otras emociones fuertes, así como las reacciones físicas intensas y la nueva manera de percibir los peligros del mundo se echen al fondo del barril, pero algunos sucesos y recordatorios podrían volver a sacarlas a flote:
• Primero, hay tres modos en que este tipo de experiencias se quedan clavadas en la memoria. Continuamos percibiendo imágenes inquietantes de lo sucedido. Sería posible que continuásemos pensando en esa vivencia o en el daño que ésta ocasionó. Es posible también que tengamos pesadillas. Estas vivencias hacen que tengamos reacciones físicas y emocionales muy agudas al enfrentarnos a diario con algo que nos recuerde el suceso. Es posible que tengamos dificultad para determinar si una nueva situación es segura y para no confundirla con la situación traumatizante por la que hemos pasado. Podríamos reaccionar de manera exagerada a lo que ha sucedido y actuar como si el peligro estuviese a punto de repetirse.
• Segundo, podríamos intentar evitar, por todos los medios, ciertas situaciones, ver a alguien o ir a lugares que nos recuerden lo sucedido y luchar continuamente para evitar que retornen los pensamientos, los sentimientos y las imágenes relacionadas con el suceso. Incluso es posible que “olvidemos” algunas de las peores partes de la experiencia, mientras al mismo tiempo seguimos reaccionando a los recuerdos de esos momentos.
• Tercero, es posible que el cuerpo continúe “en alerta”, que tengamos problemas para dormir, que nos tornemos irritables o que nos enojemos con facilidad. Es posible también que estemos más sobresaltados que antes, que nos asustemos al oír algún ruido, que tengamos dificultad para concentrar o poner atención y que tengamos síntomas físicos recurrentes, tales como dolores de cabeza y de estómago

¿Qué influencia tiene el desarrollo sobre las reacciones de estrés postraumático?

La edad, la fase de desarrollo, la madurez y la experiencia pueden influenciar la forma de reaccionar al estrés postraumático
Estudios recientes revelan que las experiencias traumáticas afectan el cerebro, la mente y el comportamiento hasta de niños muy pequeños y les ocasionan tipos de reacciones similares a las que se manifiestan tanto en niños mayores como en adultos.

Niños mayores

Es extremadamente duro para los niños muy pequeños sentir que no están protegidos cuando sucede algo traumatizante. Podrían reaccionar tornándose pasivos y callados y alarmándose con facilidad. Es posible que se sientan menos seguros aunque estén recibiendo protección. Algunos niños mantienen fija en su mente una acción central: que les están pegando, o que alguien se cae al suelo. Algunos tienen pensamientos sencillos relacionados con protección, por ejemplo, “Papi le pegó a mami y mami llamó a la policía”. Es posible que, en términos generales, los niños mayores se tornen más asustadizos, especialmente en lo concerniente a separaciones y nuevas situaciones. En circunstancias de maltrato por parte de un progenitor o de la persona que los cuida, los niños más grandecitos pueden confundirse en cuanto a dónde buscar protección y dónde existe una amenaza. Un niño podría responder a recordatorios muy generalizados, como al color rojo o al sonido del llanto de otro niño. Los efectos del miedo
pueden rápidamente obstruir el aprendizaje reciente. Por ejemplo, un niño puede empezar a orinarse en la cama de nuevo o a hablar como un chiquitín. Dado a que el cerebro del niño no tiene todavía la capacidad de silenciar los miedos, los niños de edad preescolar podrían tener fuertes reacciones de sobresalto, terrores nocturnos y arrebatos de agresividad.

Niños de edad escolar

Las reacciones postraumáticas de los niños de edad escolar incluyen una gama más amplia de imágenes y pensamientos intrusos. Los niños de edad escolar piensan sobre muchos momentos de terror durante la experiencia traumatizante que han vivido. También repasan lo que hubiese impedido que eso sucediera y qué hubiese logrado que los resultados hubiesen sido diferentes. Estos pensamientos pueden salir a relucir en lo que se denomina “juego traumático”.
Los niños de edad escolar responden a recuerdos muy concretos: a alguien con un peinado parecido al del abusante; a las barras para juegos infantiles (jungle gym) en el parque donde le dispararon a otro niño. Los niños pueden sentirse tan solos como lo estaban cuando uno de sus padres atacó al otro. Lo más probable es que lleguen a desarrollar nuevos temores específicos relacionados con el peligro original. Es muy posible que sientan “miedos recurrentes” y que el resultado de éstos sea el que evadan incluso participar en las actividades placenteras que solían disfrutar. Más que ningún otro grupo, los niños de edad escolar podrían pasar, a ratos, de un comportamiento tímido o retraído a una conducta inusualmente agresiva. Algunos llegan a contemplar pensamientos de venganza por algo que no hay modo de resolver. A esta edad se les pueden perturbar con facilidad los patrones normales de sueño. Algunos niños se mueven intranquilos aunque estén dormidos y hablan en sueños; por lo tanto se despiertan cansados. El no poder descansar aunque duerman, puede interferir con su capacidad de concentración durante el día y hacer que no puedan prestar atención. Puede hacérseles difícil estudiar porque están siempre en alerta, en espera de que algo suceda a su alrededor.

Adolescentes

Los adolescentes tienen dificultades adicionales con las reacciones al estrés postraumático. Es fácil que ellos interpreten muchas de estas reacciones como regresivas o infantiles. Es posible que interpreten sus reacciones como símbolos de “que están enloqueciendo”, de que son débiles o de que son diferentes a los demás. Algunos adolescentes se sienten abochornados por las rachas de miedo que los invaden y por las reacciones psicológicas exageradas que experimentan. Tal vez alberguen la creencia de que por su dolor y sufrimiento son únicos en su clase. Estas reacciones podrían tener como resultado la sensación de aislamiento personal. Las reacciones de aflicción, independientemente de cuán dolorosas pudieran ser, son más fáciles para ellos de comprender y de aceptar que las reacciones postraumáticas de estrés.

Los pensamientos postraumáticos de los adolescentes tienen que ver con comportamientos y selecciones que se remontan a mucho antes de que ocurriera la situación traumatizante. Los adolescentes son también muy sensibles a la impotencia de la familia, de la escuela y de la comunidad por no protegerlos y por no imponer justicia. A veces acuden más que antes a sus compañeros para poner en tela de juicio los riesgos y para tomar medidas de protección. Otra posible reacción es que empiecen a fascinarse por daños o por muertes grotescas y que se concentren demasiado en sus propias cicatrices que les sirven a diario de recordatorio del trauma.
Del mismo modo en que los niños más pequeños usan a veces el juego para reaccionar a sus experiencias, los adolescentes tienden a representar situaciones peligrosas y reaccionan con gran agresividad “protectora” a una situación muy cercana a ellos. Ante un recordatorio pueden conducirse yéndose a uno de dos extremos: tornarse tan imprudentes que puedan ponerse a sí mismos o a otros en peligro, o la conducta puede ser tan evasiva que podría hasta descarrilar sus años de adolescencia. La vida evasiva de un adolescente puede pasar desapercibida. Los adolescentes pueden tratar de deshacerse de sus emociones postraumáticas y de sus reacciones físicas mediante el uso de alcohol y drogas. Pueden esconder su incapacidad para dormir estudiando o viendo televisión hasta tarde en la noche, o yéndose continuamente de fiesta. Cuando se mezclan los pensamientos adolescentes de venganza con los sentimientos regulares de invulnerabilidad, resulta una combinación peligrosa.

Las reacciones de los niños y de los adolescentes al estrés postraumático pueden caer en una escala entre leve y grave, pueden durar por pocos o por muchos años, y mejorarse de vez en cuando pero sólo para empeorar en distintas ocasiones. Para entender estas diferencias hay que partir de la gravedad de la experiencia que tuvo el niño. Hay dos modos de juzgar la gravedad.
Primero, es importante tener en mente los detalles de lo que el niño ha tenido que pasar. mientras peor sea la violencia, mientras más amenazas y heridas, mientras más veces haya presenciado daños y muertes grotescas, más graves y posiblemente duraderas serán las reacciones de estrés postraumático. Una sola experiencia traumatizante puede contener muchas amenazas y pérdidas traumáticas, lo cual hace que la recuperación sea más complicada.
Segundo, la experiencia subjetiva que el niño ha tenido de lo que ha sucedido explica también la gravedad y duración de sus reacciones de estrés postraumático. Es importante entender cuán aterrorizado, espantado o impotente se siente el niño, y también hasta qué grado temía que lo hirieran o que lo mataran a él o a un ser querido. Por otra parte, la experiencia de violación de su cuerpo o de verse traicionado por uno de sus padres o por la persona a cargo de su cuidado puede conducir a reacciones más graves. La intensificación de sensaciones físicas o la sensación de irrealidad en ese momento podría agravar la intensidad y la duración de las reacciones postraumáticas. Sentir que algo que él hizo o dejó de hacer empeoró la situación podría también agravar las reacciones.

El trauma crónico o repetido

Es posible que los niños y los adolescentes nunca tengan ni el tiempo ni el respaldo para recuperarse de las reacciones de estrés ocasionado por un trauma cuando a éstas se les han sumado nuevas reacciones.
Haber pasado antes por sucesos traumatizantes nunca endurece a un niño. En cambio, los efectos pueden acumularse y cada vivencia sucesiva puede conducir a reacciones crónicas de estrés postraumático y a otras consecuencias de desarrollo. De hecho, es muy posible que un niño que hubiese pasado por experiencias traumáticas pueda tener reacciones más intensas al pasar por otro trauma.

Los factores para recuperarse del trauma

Con frecuencia, a las vivencias traumáticas y de pérdidas, se les suma una cascada de tensiones y de adversidades. Esto puede reducir enormemente la comodidad emocional y la ayuda práctica que los niños y adolescentes pueden recibir de su familia, de sus amigos, de la escuela y de la comunidad. A medida en que las dificultades aumentan, los niños y los adolescentes con frecuencia tienen problemas de comportamiento y sufren de depresión. La experiencia de otro trauma o de otra pérdida puede hacer que la recuperación sea aún más difícil. En medio de todos estos cambios, las subidas y bajadas de las reacciones en el transcurso del trauma pueden depender también de la frecuencia con la que el niño se enfrenta a cosas que le recuerden el trauma y de la pérdida.

Las diferencias individuales

Los niños difieren en cuanto a temperamento, inquietudes y miedos, puntos fuertes de su personalidad y modo de manejar los problemas. Estas diferencias pueden influenciar la recuperación del trauma.
Es importante entender que las situaciones de peligro y de trauma pueden ocasionar otros tipos de reacciones además de las del estrés postraumático.

El trastorno de estrés postraumático

Se diagnostica el trastorno de estrés postraumático (que también se conoce en inglés por las siglas (PTSD) cuando las reacciones de estrés postraumático son graves, continuas y cuando interfieren con el desempeño de las funciones diarias de los niños y adolescentes. Los niños y adolescentes que están de duelo o que están traumatizados pueden desarrollar síntomas de depresión y el trastorno de ansiedad de separación.

Abuso sexual en niños y adolescentes de ambos sexos.

ALMONTE Carlos, INSUNZA Carla, RUIZ Cecilia. Sexual Abuse in Children and Adolescents of Both Sexes. © 2006 Sociedad de Neurolog• Psiquiatr•y Neurocirug•br. Carlos Silva V. 1292, Depto. 22. Plaza Las Lilas, Providencia Santiago de Chile. Fono 232 9347.
editorial@sonepsyn.tie.cl


En los diagnósticos psiquiátricos asociados ordenados según frecuencia ocupan el primer lugar los trastornos adaptativos (31,8%), cifra coincidente para varones y mujeres, seguidos por los trastornos por estrés postraumático (20%), que son más frecuentes en mujeres, los trastornos del aprendizaje (13,6%) y los de la personalidad (11,4%). Las conductas suicidas, los trastornos de conducta, los trastornos por ansiedad, los trastornos depresivos y las vivencias de duelo se presentan en el mismo porcentaje (6,8%). La encopresis se observa exclusivamente en varones (4,5%). Las sumas superan la población abusada y los porcentajes sobrepasan al 100%, por coexistir más de un diagnóstico asociado en algunos individuos.

Abuso Sexual. Capitulo XII

TARAZONA, José Luis, MD. Departamento de Ginecología-Obstetricia. Fundación Santa Fe de Bogotá.


El trastorno de estrés post traumático se reconoce en cerca de 80% de las víctimas de abuso sexual. Es un síndrome que se caracteriza por una fase inicial de días a semanas de duración, durante la cual hay labilidad emocional, ansiedad, temor y sentimientos de culpa; luego aparece una fase de reorganización, en la cual la víctima entra en periodos de ajuste, recuperación e integración, fase que puede durar meses o años. Otros componentes del síndrome son la pérdida de autoconfianza que puede llevar al aumento del consumo de alcohol y de psicotrópicos, alteraciones en la actividad sexual, mala técnica en el uso de anticonceptivos, con un aumento de embarazos indeseados y/o abortos.

Abuso Infantil y Memoria

Chu JA, Frey LM, Ganzel BL y colaboradores. . American Journal of Psychiatry 156(5):749-755, Ref.:39, May1999. www.siicsalud.com

La memoria de eventos traumáticos suele ser segregada, separada de la memoria narrativa y poco sujeta a variaciones o modificaciones provocadas por nuevas experiencias. Es por ello que es inflexible, automática, no narrativa y desconectada de la experiencia habitual. Esta falta de integración es la base del recuerdo en forma de imágenes desconectadas de la memoria verbal consciente, que retiene su fuerza original. La investigación clínica sostiene la hipótesis de la amnesia disociativa y la recuperación de la memoria en relación con eventos traumáticos. La incidencia de amnesia en casos de ASI se relaciona con la práctica a edades tempranas, el carácter crónico del abuso y la gravedad del episodio. Los traumas crónicos suelen asociarse con rechazo masivo, represión, disociación, auto anestesia o auto hipnosis e identificación con el agresor.
De los estudios que realizaron estos autores (“...Se estudian 90 mujeres de 18 a 60 años que asistían a instituciones especializadas para el tratamiento de desórdenes disociativos y postraumáticos...”) Los resultados obtenidos se corresponden con el alto grado de disociación propio de los niños y la utilización de amnesia como mecanismo defensivo frente a la reiteración de hechos traumáticos. La mayoría de las mujeres entrevistadas relataron pérdida de la memoria durante lapsos importantes de sus vidas, no necesariamente a través de mecanismos de represión sino por la alteración de los mecanismos de procesamiento y almacenamiento de la información durante la infancia. De este modo, la memoria traumática se muestra claramente diferente de la ordinaria.
Se confirma, a través de esta investigación, que ni la hipnosis ni la psicoterapia, por sí mismas, son capaces de provocar seudo memorias.

Puesta a punto bibliografica sobre la relación de los conceptos parafilias y abuso sexual infantil Nº 87

FELDMANN, Denise. Tutora: FRIDMAN, Cristina Tania. . Facultad de Humanidades. Licenciatura en Psicología. Universidad de Belgrano. Bs. As. Departamento de investigación. Junio 2003.

En esta tesina, la autora nombra indicadores de abuso sexual y toma aspectos integrales psicológicos, sociales, familiares, individuales, médicos. Agregando en los efectos del abuso a largo plazo, aquellos que pueden padecer las personas en su vida adulta.

Indicadores de abuso sexual:
  • el niño es utilizado por sus padres o tutores para realizar actos sexuales
  • el niño es utilizado por sus padres o tutores como objeto de estimulación sexual


El abuso sexual infantil se divide en las siguientes categorías:


Abuso sexual con contacto físico:

  1. Incesto: contacto físico sexual o intercurso sexual por un pariente de consanguinidad lineal, o por figuras adultas que estén cubriendo de manera estable el papel de figuras parentales (padres adoptivos, parejas estables).
  2. Violación: contacto físico sexual o intercurso sexual, por una persona adulta.
  3. Vejación sexual: conducta sexual con un menor; siendo el contacto y la estimulación la gratificación de las necesidades o deseos sexuales de el adulto. Incluye:
  • tocamiento o manoseo intencionado de los genitales o partes íntimas por parte del perpetrador al niño
  • forzar, alentar o permitir al niño que toque, chupe, etc. de manera inapropiada las partes íntimas del perpetrador.

Abuso sexual sin contacto físico:

  1. Solicitud indecente o seducción verbal explícita a un niño.
  2. Exposición de los órganos sexuales a un niño con el propósito de obtener excitación /gratificación sexual, agresión, degradación, etc.
  3. Realizar en presencia de un menor el acto sexual intencionalmente con el objeto de buscar excitación/ gratificación sexual, agresión, degradación, etc.
  4. Auto masturbación en presencia de un menor.


En la revisiones realizadas de los estudios sobre este tema (Beitchman[1] et al., 1991; Browne y Finkelhor[2], 1986; Kendall-Tackett[3] et al., 1993; Trickett y McBride-Chang[4], 1995) se llegó a la conclusión de que los niños que fueron sexualmente abusados presentan en mayor medida que los controles, síntomas como miedo, pesadillas, desorden de estrés postraumático, depresión, retraimiento social, neurosis, conducta regresiva, trastornos somáticos, conducta sexual inapropiada, conducta agresiva, antisocial, delincuencia, problemas escolares y de aprendizaje, hiperactividad, huída de casa, baja autoestima y comportamiento suicida; así como también síntomas combinados (problemas internos y externos).


Variación de los efectos del abuso sexual infantil según las diferentes etapas evolutivas

  • En los niños de preescolar el síntoma más característico es la expresión de algún tipo de conducta sexual considerada como anormal. Otros síntomas frecuentes son la ansiedad, las pesadillas, el desorden de estrés postraumático y los problemas internos y externos de conducta.
  • En el Estudio Tufts[5] (1984) el 27% de los niños de entre cuatro y seis años obtuvo puntuaciones superiores a lo normal en una escala de conducta sexual en la que se medía el tener relaciones sexuales, la masturbación manifiesta, excesiva curiosidad sexual y el mostrar con frecuencia los genitales. En el Estudio de Mian[6] et al. (1986) se vió que la conducta sexual anormal incluía el juego con juguetes, meterse objetos en la vagina o en el ano, la masturbación, pedir estimulación sexual y un conocimiento sexual precoz o inadecuado para su edad.
  • Los niños de edad escolar (6-11 años) víctimas de abusos sexuales presentan más problemas internos (especialmente depresión) y externos (especialmente agresión y desórdenes del comportamiento) de conducta. También en esta etapa hay síntomas de conducta sexualizada y de inicio de actividades sexuales. Los escolares que fueron abusados sexualmente presentan conductas sexuales inapropiadas, como masturbación excesiva, preocupación sexual, exhibicionismo y agresión sexual, con más frecuencia que los niños normales o clínicos. Otros síntomas frecuentes son el miedo, las pesadillas, la neurosis, la depresión, una baja autoestima, la hiperactividad, problemas de conducta, problemas emocionales, efectos en el funcionamiento cognitivo y los problemas escolares (Friedrich[7]: 1993).
  • Adams[8] et al. (1995) encontraron que el historial de abuso sexual era un predictor altamente significativo de tres subtipos de conductas sexuales inapropiadas; comportamiento hipersexualizado, exhibicionismo y conducta sexual agresiva. Los sujetos que presentaban conductas sexualmente inapropiadas tenían más probabilidad de haber sufrido un abuso sexual (82% versus 36% del grupo control). Entre los que tenían conductas hipersexualizadas había una mayor proporción de niñas, y se relacionaba con el abuso sexual y con un trastorno de estrés postraumático. El exhibicionismo y las agresiones sexuales se relacionaban con una experiencia de abuso sexual, retrasos en el desarrollo, un cociente intelectual más bajo y problemas en las relaciones con los iguales.
  • Otro síntoma significativo que se da en las víctimas escolares de abuso sexual infantil es un importante descenso de sus sentimientos de autovaloración o autoestima (Sauzier:[9] 1989).
  • Entre los adolescentes víctimas de abuso sexual son síntomas frecuentes la depresión, el retraimiento social, una baja autoestima, las ideas y conductas suicidas o auto agresivas, los trastornos somáticos, las conductas antisociales (huídas del hogar, vaguear, el consumo de drogas/alcohol), sufrir nuevos abusos sexuales, comportamiento sexual precoz, embarazo y problemas de identidad sexual.
  • Los pacientes adolescentes que fueron abusados sexualmente tienen mayor probabilidad de presentar síntomas depresivos y psicóticos/esquizoides, como alucinaciones. (Sansonnet-Hayden[10] et al., 1987).
  • McClellan[11] et al. (1995) encontraron que el historial de abusos sexuales estaba relacionado con un incremento de síntomas de desorden de estrés postraumático y de desórdenes de personalidad borderline.
  • Otros estudios muestran como síntomas del abuso sexual infantil en la adolescencia el inicio de relaciones tempranas, la promiscuidad, la prostitución y el embarazo (Burgess, Hartman y McCormack: 1987)[12]. Los factores que podrían predisponer a un embarazo en la adolescencia, según Rainey, Stevens-Simon y Kaplan[13] (1995) son las dinámicas caóticas de las familias disfuncionales (equiparación de autoestima y sexualidad que puede llevar a una iniciación sexual temprana, la promiscuidad y el uso de métodos contraceptivos ineficaces), las secuelas emocionales del abuso sexual infantil (la depresión y la baja autoestima pueden generar el deseo de quedar embarazadas), ó la prolongación durante la adolescencia de los abusos sexuales (el embarazo puede ser el resultado del abuso o el deseo de escapar de esa situación).
  • También se encontró que el abuso sexual en la infancia puede predisponer a trastornos de la identidad sexual o a la homosexualidad, esto se observa más en los varones que en las chicas. Johnson y Shrier[14] (1985) obtuvieron resultados que indicaban una superioridad de homosexualidad (48% versus 8%) y de bisexualidad (10% versus 3%) entre adultos jóvenes varones con una historia de abuso sexual infantil, en comparación con un grupo de control.

Efectos a largo plazo del abuso sexual infantil: (VIDA ADULTA)

El abuso sexual infantil puede ser el desencadenante de desarrollo psicopatológico durante la etapa adulta. Los efectos a largo plazo se observan en síntomas como ansiedad, depresión, baja autoestima, intentos de suicidio, desorden de estrés postraumático, problemas en las relaciones interpersonales, vulnerabilidad a una nueva victimización, trastornos en el funcionamiento sexual, consumo de drogas y/o alcohol y trastornos físicos.
Gross y Apfelbaum[15] (1996) consideran que los efectos a largo plazo, comparativamente, son menos frecuentes y claros que los efectos iniciales.

Plantean que hay determinados factores que agravan los efectos de los abusos sexuales, como ser:

  • Que haya contacto genital.
  • Que se den en forma repetitiva.
  • Que se emplee la fuerza.
  • Que la víctima tenga entre 7 y 14 años.
  • Que la víctima tenga que dejar el hogar.
  • Que la víctima no reciba apoyo de su familia.
  • Que el agresor sea adulto, hombre, padre o padrastro.

Principales dimensiones de los efectos a largo plazo del abuso sexual infantil

  • En cuanto a las reacciones emocionales y las autopercepciones, se ha encontrado que es más probable que las mujeres que sufrieron abuso sexual durante su infancia presenten niveles significativamente superiores de depresión.
  • El abuso sexual infantil También se relaciona con los trastornos del sueño, ansiedad, sentimientos de vergüenza y culpa, miedo a las personas del otro sexo, problemas sexuales e ideas suicidas (Bendixen, Muus y Schei: 1994)[16].
  • Briere y Runtz[17] (1986) hallaron que el 56% de las pacientes que habían sido objeto de abuso sexual infantil tenían un historial de intentos de suicidio. Estas ideas o intentos de suicidio dependían de la cantidad de agresores y del uso de la violencia durante los abusos.
  • Se ha encontrado que los sentimientos de aislamiento y de estigmatización y la baja autoestima son otros síntomas comunes de adultos que en su infancia fueron víctimas de abuso sexual. Esta sintomatología, según Briere[18] (1984:), aumentaba en los casos en los que hubo incesto.
  • Según Pérez Conchillo y Borrás (1996) las víctimas de abuso sexual infantil no encuentran expresión para sus deseos, sus elecciones se inhiben y pasan a ser un mero objeto para el uso del otro. Este paso de sujeto que elige a objeto que es elegido para ser usado puede generar profundos sentimientos de indefensión y lesionar gravemente la autoestima. A esto también se le suman sentimientos de impotencia, tristeza, rabia o vergüenza. Lo cual puede llevar a que las víctimas de abuso sexual infantil se conviertan, en la vida adulta, en abusadores de otros niños.
  • Con respecto a los desórdenes de personalidad, algunos estudios demuestran que existe una relación entre abuso sexual en la infancia y el desorden de personalidad múltiple. Coons y Milstein[19] (1986) encontraron que el 75% de las pacientes con desorden de personalidad múltiple había sufrido de abusos sexuales en la niñez.
  • DiTomasso y Routh[20] (1993) encontraron una relación entre el abuso sexual infantil y los desórdenes de disociación.
  • Así como también con el desorden de personalidad borderline; aunque en el caso de este trastorno las relaciones padres/hijos es un aspecto que puede ser más significativo que el abuso sexual en sí (Bryer[21] et al.,1987).
  • Las víctimas de abuso sexual infantil muchas veces presentan en la adultez, según Lipovsky y Kilpatrick[22] (1992) desorden de estrés postraumático, es decir que reexperimentan intrusivamente el suceso traumático (generalmente través de imágenes retrospectivas durante las relaciones sexuales) y lo alternan con fases de negación del suceso.
  • El abuso también tiene efectos en las relaciones interpersonales, generando problemas para relacionarse con hombres y mujeres, y dificultades en la crianza de los hijos. Síntomas frecuentes de las víctimas de abuso sexual son conflictos, opresión o abusos en las relaciones matrimoniales, los que se deben generalmente a la falta de habilidades de comunicación y de asertividad. Por lo que es común que haya insatisfacción matrimonial y por ende más divorcios (Jehu, 1988).


[1] Beitchman, J. H.; Zucker, K. J.; Hood, J. E.; DaCosta, G. A., y Akman, D. (1991). A review of the short-term effects of child sexual abuse. Child Abuse and Neglect, 15, 537-556.

[2] · Browne, A., y Finkelhor, D. (1986). Impact of child sexual abuse: a review of the research. Psychological Bulletin, 99 (1), 66-77.

[3] Kendall-Tackett, K. A.; Williams, L. M., y Finkelhor, D. (1993). impact of sexual abuse on children: A review and synthesis of recent empirical studies. Psychological Bulletin, 113 (1), 164-180.

[4] Trickett, P. K., y McBride-Chang, C. (1995). The developmental impact of different forms of child abuse and neglect. Developmental Review, 15, 311-337.

[5] Tufts’ New England Medical Center, Division of Child Psychiatry. (1984). Sexually exploited children: Service and Research Project. Final report for the Office of Juvenile Justice and delinquency Prevention. Washington, D.C.: US Department of Justice.

[6] Mian, M.; Wehrspann, W.; Klajner-Diamond, H.; LeBaron, D., y Winder, C. (1986). Review of 125 children 6 years of age and under who were sexually abused. Child Abuse and Neglect, 10, 223-229.

[7] Friedrich, W. N. (1993). Sexual victimization and sexual behavior in children: A review of recent literature. Child Abuse and Neglect, 17, 59-66.

[8] Adams, J.; McClellan, J.; Douglass, D.; McCurry, C., y Storck, M. (1995). Sexually inappropiate behaviors in seriously mentally ill children and adolescents. Child Abuse and Neglect, 19, 555-568.

[9] Sauzier, M. (1989). Disclosure of child sexual abuse: For better or for worse?. Psychiatric Clinics of North America, 12, 455-469.

[10] Sansonnet-Hayden, J.; Haley, G.; Marriage, K., y Fine, S. (1987). Sexual abuse and psychopathology in hospitalized adolescents. Journal of the American Academy of Child and adolescent Psychiatry, 26, 753-757.

[11] McClellan, J.; Adams, J.; Douglas, D.; McCurry, C., y Storck, M. (1995). Clinical characteristics related to severity of sexual abuse: A study of seriously mentally ill youth. Child Abuse and Neglect, 19, 1245-1254.

[12] Burgess, A. W.; Hartman, C. R., y McCormack, A. (1987). Abused to abuser: Antecedents of socially deviant behaviors. American Journal of Psychiatry, 144, 1431-1436.

[13] Rainey, D.; Stevens-Simon, C., y Kaplan, D. W. (1995). Are adolescents who report prior sexual abuse at higher risk for pregnancy?. Child Abuse and Neglect, 19, 1283-1288.

[14] Johnson, R. L., y Shrier, D. K. (1985). Sexual victimization of boys. Journal of adolescent Health Care, 6, 372-376.

[15] Gross, S y Apfelbaum, L. B. (22 al 26 de septiembre de 1996). Mejor no saber. Familia y Abuso sexual. IX Congreso Mundial de Violencia Familiar. (pp. 928-943). Panamá.

[16] Bendixen, M.; Muus, K. M., y Schei, B. (1994). The impact of child sexual abuse. A study of a random sample of norwegian students. Child Abuse and Neglect, 18, 837-847.

[17] Briere, J., y Runtz, M. (1986). Suicidal thoughts and behaviors in former sexual abuse victims. Canadian Journal of Behavioral Science, 18, 413-423.

[18] Briere, J. (1984). The effects of childhood sexual abuse on later psychological functioning: Defining a post-sexual abuse syndrome. Artículo presentado en la Third National Conference on Sexual Victimization of Children, Washington, D.C.

[19] Coons, P. M., y Milstein, V. (1986). Psychosexual disturbances in multiple personality: Characteristics, etiology, and treatment. Journal of Clinical Psychiatry, 47, 106-110.

[20] DiTomasso, M. J., y Routh, D. K. (1993). Recall of abuse in childhood and three measures of dissociation. Child Abuse and Neglect, 17, 477-485.

[21] Bryer, J. B.; Nelson, B. A.; Miller, J. B., y Krol, P. A. (1987). Childhood sexual and physical abuse as factors in adult psychiatric illness. American Journal of Psychiatry, 144, 1426-1430.

[22] Lipovsky, J. A., y Kilpatrick, D. G. (1992). The child sexual abuse victim as an adult. En W. O’Donohue y J. H. Geer (comps.), The sexual abuse of children: Clinical issues, 2, pp. 430-476. Hillsdale (NJ): Law reference Erlbaum Associates.


Abuso Sexual. Capitulo XII

TARAZONA, José Luis, MD. Departamento de Ginecología-Obstetricia. Fundación Santa Fe de Bogotá.

El riesgo de un embarazo por una violación asciende hasta 5%, por lo cual se recomienda ofrecer la posibilidad de profilaxis a las pacientes, habiendo descartado previamente un embarazo por historia clínica y pruebas de embarazo en sangre.

Las enfermedades de transmisión sexual más frecuentemente estudiadas son la gonorrea, sífilis, infección por clamidia, papilomavirus y otros causantes de vaginitis, como tricomonas y monilias.
El riesgo de adquirir estas enfermedades varía de acuerdo con la edad y el sexo de la víctima. Parece que el estímulo hormonal luego de la pubertad puede alterar la transmisión de algunas enfermedades en forma no muy clara. Se estima que la prevalencia de gonorrea en mujeres violadas es de 0-26%, la de infección por clamidia de 4-17% y de sífilis de 0-5,6%. El riesgo de infección por VIH existe, pero no hay consenso sobre la necesidad de iniciar profilaxis en todos los casos.

Más de 90% presentan algún tipo de lesión genital que puede ser corroborada dentro de las 48 horas después del trauma. Este porcentaje es muy alto si se compara con 10% de las pacientes con lesiones leves luego de coito consentido.

Las estructuras anatómicas más frecuentemente lesionadas en su orden son: labios menores, himen, fosa navicular, ano, cérvix, vagina, periné, región periuretral, labios mayores y recto. Es necesario tener siempre en mente el riesgo de lesión intraabdominal en especial en adolescentes menores y en infantes. Otro tipo de trauma, como por ejemplo fracturas o trauma craneoencefálico, debe ser siempre tenido en cuenta y explorado exhaustivamente, especialmente en los casos en que el agresor ha usado la fuerza y la violencia física.

Bases diagnósticas en la víctima de abuso sexual

1. Anamnesis en la victima de abuso sexual
2. E
xamen médico legal en la victima de abuso sexual
3.
Examen de laboratorio en la víctima de abuso sexual
4.
Diagnóstico diferencial con otras patologías
5.
Bibliografía

Él diagnóstico medico legal de la victima de abuso sexual se basa en una eficiente y meticulosa historia clínica, la cual es dirigida y destinada a aportar pruebas que puedan tipificar el delito, esta de por sí es complicada puesto que muchas veces la victima se encuentra traumatizada y por razones obvias es poco colaboradora con el interrogatorio y el examen físico, o bien se trata de un menor que además tiene dificultades para expresar adecuadamente el suceso, todo ello implica el seguir una metodología, existiendo para ello protocolos establecidos a los cuales el medico legista debe ceñirse al momento de realizar su pericia.
Sin embargo en el transcurso de una consulta medica puede verse él medico no especialista obligado a realizar un examen del área genital, en el cual puede haber sospecha de un abuso, por esta razón es necesario tener conocimientos sobre el tema para
poder orientar adecuadamente él diagnostico y referirlo a un servicio de medicina legal.
Por este motivo es que me atrevo a presentarles el presente
trabajo donde de modo sucinto trato de resaltar los puntos más relevantes a tomar en consideración para la elaboración de una adecuada historia clínica y un diagnóstico certero.

La anamnesis Debe considerar entre los antecedentes aquellos que tengan especial relevancia con el delito, por ejemplo si tiene historia anteriores de
maltrato infantil, si proviene de una familia de alto riesgo (Disfuncional), si padece enfermedades orgánicas que puedan confundir el diagnóstico (Enfermedad de Crohn, entre otras), si tiene alguna alteración del comportamiento, algún grado de déficit intelectual, si consume drogas, etc.
En el
desarrollo del interrogatorio medico y relato del hecho lo más difícil es hacer empatia con el paciente para poder rescatar datos veraces del suceso, recordemos que en muchos casos hay victimización, amenaza, seducción o simplemente la víctima trata de borrar el suceso de su memoria como un mecanismo de defensa.

Otra dificultad al momento del interrogatorio lo constituye la victima infantil, puesto que muchas veces su declaración es puesta en duda, sobretodo si el menor se retracta de lo revelado inicialmente como ocurre muchas veces, ya sea por miedo, temor familiar o poca experiencia del entrevistador; sin embargo ciertas características presentes en el relato nos orientan de la veracidad del mismo. En estos casos durante el relato el menor suele describir la
anatomía o fisiología sexual mostrando un conocimiento no acorde a su nivel de instrucción, detallando eventos como el coito, la eyaculación, etc.

Además demuestra durante el relato un grado de emoción, muchas veces miedo al recordar el hecho, temor a
la muerte o sentimientos de autoculpabilización por lo ocurrido, esta descripción incluye situaciones típicas de abuso realizadas por el agresor hacia la víctima como son la amenaza, el chantaje, la seducción. El relato en general debe ser espontáneo, fluido, con precisión de algunos detalles importantes; si bien puede haber cambios en algunos puntos de la declaración conforme esta avanza, lo hechos sustanciales en si no deben variar. (Tabla I).

I - ANAMNESIS EN LA VICTIMA DE ABUSO SEXUAL

El examen físico: una vez realizado el examen físico general realizaremos el examen físico específico dirigido a la búsqueda de signos relacionados al delito: describiendo las lesiones provocadas por la defensa de la victima con el agresor ( excoriaciones, equimosis en área interna de muslos, antebrazos, etc), tratando en lo posible de describir las características que presenten estas lesiones (grado de cicatrización o coloración de las equimosis) que orienten a determinar la data en que se produjeron, a fin de que estas lesiones puedan tener relación con la fecha del delito. En el examen del área genital se realizará un examen exhaustivo de los genitales externos (vulva, labios mayores, labios menores, horquilla vulvar) como de los genitales internos (himen, vagina, cuello uterino), así como el examen de la región perianal y anal (pliegues perianales, tonicidad del esfínter anal externo, presencia de espasmos, dilatación del esfínter, etc) precisando si las lesiones presentadas corresponden a lesiones recientes con signos inflamatorios o que se encuentren en fase de cicatrización ( por termino medio se considera una data anterior a diez días) o lesiones antiguas caracterizadas por la presencia de cicatrices (posteriores a diez días). (Ver Tabla II).

II - EXAMEN MEDICO LEGAL EN LA VICTIMA DE ABUSO SEXUAL:


Los exámenes de laboratorio también son útiles y deben utilizarse racionalmente, su
utilidad en casos de violencia sexual radica esencialmente en :
1-Determinar si existió el acto sexual: determinando la presencia de espermatozoides sobre todo en casos de hímenes dilatables.
2- Identificar la transmisión de enfermedad venérea: tales como gonorrea,
sífilis, SIDA, para ello debe considerarse el tiempo de incubación de cada enfermedad al momento de tomar la muestra.
3- Descartar
embarazo: Con el dosaje de gonadotropinas coriónica humana en sangre.
4- Identificar al autor: se puede realizar el
ADN en los espermatozoides hallados, en los restos de pelos dejados en la victima y aislados con un cepillado del vello púbico, o por el examen de células epiteliales halladas debajo de las uñas de la victima si esta se defendió.
Los exámenes auxiliares deben ser solicitados oportunamente pues al aumentar los días es cada vez menos probable que se puedan verificar los hallazgos tales como la presencia de esperma en los hisopados anal, vaginal y oral, asimismo deben ser específicos pudiendo aportar datos valiosos como el ADN. Deben considerarse que se debe utilizar una adecuada técnica para la recolección, rotulación y conservación de las muestras, así como su
lectura por ojos experimentados.
Tan importante como la toma adecuada de muestras es la toma de precauciones en cada etapa desde la recolección hasta su procesamiento final, debe realizarse una correcta rotulación para evitar confusión con otras muestras, la conservación adecuada en cámara de frió indicando el uso o no de preservantes, el
transporte, la técnica de procesamiento, la experiencia del procesador y la correcta anotación de resultados. No se debe dejar de colocar la fecha y la hora en que se realizo cada procedimiento. (Tabla III).


III- EXAMEN DE LABORATORIO EN LA VICTIMA DE ABUSO SEXUAL:



El diagnóstico diferencial con otras enfermedades deben ser siempre considerados por el medico, pues muchas de estas patologías pueden simular lesiones similares a las halladas en las victimas de abuso sexual, por ello deben estar presentes en la mente del médico a fin de no dar diagnósticos erróneos.(Tabla IV).


IV - DIAGNOSTICO DIFERENCIAL CON OTRAS PATOLOGÍAS

El diagnóstico de las lesiones requiere la valoración de los hallazgos obtenidos durante el interrogatorio, examen físico, exámenes de laboratorio, los cuales nos llevaran de la mano a emitir una conclusión diagnostica precisa.
Es importante al momento de indicar el diagnostico final el tener una metodología de descripción de las lesiones, por ejemplo me atrevo a proponer el siguiente esquema:


Examen en el área genital femenina: Indicar:
1- Lesiones en el introito vaginal, horquilla vulvar superior e inferior.
2- Tipo de himen: En caso de hímenes típicos estos presentan áreas donde es más frecuente se produzca el desgarro (Ej. El himen anular suele desgarrarse a horas II, V, VII, X). Además describiremos si se trata de un himen con bordes dilatables (himen complaciente).
3- Lesiones del himen: tales como equimosis, desgarros recientes, desgarros antiguos, los cuales deben ser ubicados según el sentido de las manillas del reloj.
Examen en el área genital masculino:
Evaluar el pene (glande, surco balano prepucial, frenillo, cuerpo), el escroto, los
testículos. Describiendo las lesiones que presente o si hay signos de infección de tipos venéreo (secreción uretral).

Examen en el área anal y perianal:
Se evalúa
el estado de los pliegues perianales describiendo si existe asimetría o borramiento, el estado del esfínter anal y si hay dilatación refleja o espasmo del mismo.
Las lesiones recientes (fisuras, equimosis, etc), cicatrices u otros hallazgos (verrugas) deben ser descritas siguiendo el sentido de las manecillas del reloj.
Todo ello nos permite concluir si ha habido desfloración del himen (reciente o antigua) o si presenta signos de coito anal (reciente o antiguo).
Finalmente sobre la base de una anamnesis reveladora, un examen medico cuidadoso y dirigido a evidenciar las lesiones relacionadas con abuso sexual y unos exámenes de laboratorio complementarios, es que el medico bien entrenado puede emitir un diagnostico inicial, el cual es de suma importancia puesto que a veces cuando el médico legista realiza el examen, los signos de lesiones recientes han desaparecido, no pudiéndose correlacionar la data del suceso con los hallazgos al examen clínico.

En http://www.monografías.com/

Para mayor información comunicarse con: Dr. Juan Carlos López Santillán Colegio Médico del Perú 23613. Medico Legista. Director de la División Médico Legal de Los Olivos – Lima Perú. jclopesan[arroba]yahoo.es

BIBLIOGRAFÍA:
1. Karen j. Terry,
Ph. D. Principal Investigador. Child sexual abuse: A review of the literature. The John Jay College Research Team.
2. Kathleen Coulborn Faller. Child Sexual Abuse: Intervention and Treatment Issues. 1993 U.S. Department of Health and Human Services Administration for Children and Families.
3. American Academy of Pediatrics. "Guidelines for the Evaluation of Sexual Abuse of Children." Pediatrics 87(February 1991):254–260.
4. Dr. Pablo Navarro. Valoración de la región anal en el delito sexual en la
medicina forense clínica. Med. Leg. Costa Rica v.18 n.2 Heredia Sep. 2001.
5. Dr. Stephen Ludwig Abuso sexual, manejo en la emergencia pediátrica Arch. Pediatr. Urug. 2001; 72(S): S45-S54
6. Abuso sexual infantil:
Manual de formación para profesionales. Save the Children. Noviembre 2001.
7. Ricardo M. Berrios Mejia.
Delitos contra la libertad sexual: Frecuencia de Himen complaciente en la ciudad de Arequipa 2002.
8. Testut A. Latarget. Tratado de Anatomía humana 9º
edición. Editorial Salvat S.A. Barcelona 1977.
9. José A. Patito. Tratado de Medicina Legal y Elementos de Patología Forense. Editorial Quórum. 2003.
10. Juan A. Gisbert Calabuig. Medicina legal y
toxicología. 5ta.edicion 1998. Editorial Masson S.A.
11. Marco Rivas Souza. Medicina Forense. 2do. Edicion 2001. Ediciones Cuellar.
12. Drs. David Montoya S., Ricardo Díaz S.,
Peritaje médico legal en delitos sexuales: Una pauta práctica para su correcta realización. Rev. Chil. Obstet. ginecol. 2004; 69(1): 55-59.
13. Castañeda Chang, Ana María, Castamán Díaz, Desirée, Pimentel Ruiz, Roxana. Niñas y
adolescentes con historia de abuso sexual infantil .Servicio de Psicología-Ginecología del Instituto Especializado de Salud del Niño, en el periodo de Enero a Octubre del 2003
14. Raul Onostre
Guerra. Arch. Argent. Pediatr. 2000.98(1). Abuso sexual en niñas y niños consideraciones clinicas.
15. Código penal peruano 8va. Edición. Colección Jurídica 2004. Ministerio de
Justicia.

Abuso Sexual: Una mirada hacia la prevención basada en la vulnerabilidad del menor

LOZANO, Aura Denise; DÍAZ MORENO, Luz Amelia; MÚNERA, Claudia Patricia. Santa Fé de Bogotá, Mayo 15 de 1998

Daño Físico

La intensidad y la magnitud de los efectos que produce el ASI se ven influenciados por la reacción del medio familiar y social ante el incidente. Delgado[1] (1987) distingue dos tipos de consecuencias: a corto y a largo plazo. Las consecuencias a corto plazo (cuando es con contacto físico), son las características que presenta el menor desde el momento de la violación hasta un año después. Dentro de estas podemos citar efectos físicos tales como contusiones, sangrado en los genitales externos y las regiones anales, inflamación o enrojecimiento del cuello del útero, pruebas positivas de gonococos o espermatozoides y embarazo o enfermedades venéreas.
Sumando a lo anterior encontramos consecuencias físicas como:
prurito, dificultad para orinar o sentarse, estreñimiento, enuresis (emisión involuntaria de orina), y Encopresis (emisión fecal involuntaria) Miller, T. (1988).

[1] DELGADO, L. (1987). Abuso Sexual. en: Revista Arte y conocimiento. n 4, pg 91 - 97. Bogotá


Daño Psicológico

Estas autoras, tomando a Delgado (1987) distinguen dos tipos de consecuencias: a corto y a largo plazo, sin separar por etapas evolutivas, sino en un nivel general:
A corto plazo: alteraciones en los patrones de sueño y hábitos alimenticios. Además pueden presentarse reacciones emocionales como: culpa, vergüenza, hostilidad, agresión, miedo y depresión.
Dentro de las consecuencias a largo plazo podemos enumerar las secuelas emocionales, tomando a la depresión como el trastorno que se encuentra mas comúnmente en los adultos con historia de ASI. Esta población presenta mas intentos de suicidio que la población normal.
Otras secuelas que se presentan son la ansiedad, la tensión, disminución de la autoestima, sentimientos de alienación, soledad y pesadillas. En cuanto a la sexualidad, el efecto a largo plazo que más atención ha recibido de parte de los investigadores es la promiscuidad, es decir, la presentación de altas tasas de comportamiento sexual con múltiples parejas.
Existen algunas enfermedades psiquiátricas en las cuales la incidencia de abuso sexual es tres veces mayor que la existente en la población normal: el suicidio y enfermedades esquizoafectivas. (Cuadros, L. 1993).
Según Miller T. (1988), el daño psicológico depende de diversas variables, es decir entre más variables ocurren (edad del niño, duración del abuso, agresión, amenaza, clase de adulto y grado de actividad), mayor trauma para el niño.Si un niño es víctima de abuso, puede tener cambios en su estado de ánimo (entristecerse, deprimirse, ponerse agresivo), puede aislarse y mostrarse esquivo. Puede presentar disturbios en el sueño (pesadillas frecuentes), pérdida del apetito, enfermedades estomacales o vómitos sin razón aparente, expresiones sexuales y conocimientos precoces sobre sexualidad, señales de violencia en su cuerpo (moretones, rasguños, sangrados que no son normales a su edad), ropa rasgada, sucia o con manchas de sangre, evasiones de la casa y enfermedades venéreas.

Indicadores médicos inespecíficos e Indicadores psicológicos

Utilizados en las capacitaciones al interior de la región Noroeste de la Provincia del Chubut. SAVD. Esquel

Indicadores Médicos Inespecíficos
  • Dolor abdominal crónico
  • Cefaleas
  • Infecciones urinarias a repetición
  • Enuresis
  • Encopresis
  • Trastornos de la conducta alimentaria

Consultas reiteradas

Clasificación (Muram – Adams)
Categoría 1: examen normal
Categoría 2: hallazgos inespecíficos (abuso posible)
Categoría 3: hallazgos específicos (abuso probable)
Categoría 4: hallazgos de certeza (evidencia definitiva)

Categoría 2: Hallazgos físicos inespecíficos - abuso posible

  • Vulvitis
  • Lesiones inflamatorias o por rascado
  • Descarga purulenta por vagina
  • Aumento de la vascularización
  • Fisuras de piel o abrasiones en la horquilla
  • Coalescencia de labios menores
  • Condilomas en mayores de 2 años
  • Zona anal: hiperpigmentación o eritema perianal, apéndices cutáneos perianales, disminución de los pliegues perianales, fisuras anales, congestión venosa, dilatación del esfínter anal con materia fecal en recto

Categoría 3: Hallazgos específicos - abuso probable

  • Presencia de uno o más signos indicativos de ASI
  • Desgarros recientes o cicatrizados del himen
  • Diámetro himeneal mayor de 10 mm
  • Desgarro de la mucosa vaginal
  • Hemorragia vaginal o del introito
  • Marca de dientes, laceraciones o equimosis en la vulva
  • Examen de laboratorio positivo para ETS. Clamidia, Trichomona en mayores de 3 años, HSV 2, HPV, condilomas en mayores de 2 años
  • Zona anal: desgarros superficiales (1 a 11 días) o profundos (1 a 5 semanas), cicatrices o tunelización, laxitud del esfínter, irregular
  • Dilatación anal mayor a 20 mm sin materia fecal en el recto (desaparece en 1 a 6 semanas). Hemorragia anal.
  • Presencia de condilomas o gémenes de transmisión sexual

Categoría 4: Hallazgos físicos de certeza de A. S. I.

  • Presencia de semen o espermatozoides en el cuerpo de la niña.
  • Embarazo.
  • Laceración del himen hasta la base o “hendidura completa”.
  • Cultivo positivo para gonococo, sífilis o HIV (descartada la transmisión vertical).
  • Confesión del agresor.

Indicadores psicológicos

Cualquier cambio significativo de conducta

  • Exceso de obediencia ante otras personas
  • Conducta oposicionista
  • Seudomadurez o sobreadaptación.

Edad preescolar

  • Irritabilidad
  • Llanto excesivo
  • Conductas regresivas (Encopresis, enuresis)
  • Miedos excesivos
  • Juegos sexuales no acordes con la edad
  • Masturbación compulsiva
  • Trastornos del sueño
  • Dependencia excesiva


Edad escolar

  • Conocimientos sexuales avanzados
  • Trastornos del sueño (miedos, pesadillas)
  • Trastornos del aprendizaje
  • Relaciones inadecuadas con sus pares
  • Trastornos con su imagen corporal
  • Cambio de humor
  • Modificaciones de hábitos alimentarios
  • Conductas hipersexualizadas
  • Somatizaciones


Adolescentes

  • Falta de confianza
  • Aislamiento
  • Mala relación con sus pares
  • Fuga del hogar
  • Trastornos del sueño
  • Disminución del rendimiento escolar
  • Consumo de alcohol o drogas
  • Anorexia o bulimia
  • Autolimitación o intentos de suicidio
  • Depresión severa
  • Promiscuidad sexual