martes, 12 de agosto de 2008

Indicadores sociales: Puesta a punto bibliografica sobre la relación de los conceptos parafilias y abuso sexual infantil

FELDMANN, Denise. Tutora: FRIDMAN, Cristina Tania. Nº 87. Facultad de Humanidades. Licenciatura en Psicología. Universidad de Belgrano. Bs. As. Departamento de investigación. Junio 2003.

Gross y Apfelbaum[1] (1996) se centran en el abuso al menor dentro del marco familiar. Consideran al abuso sexual como el mayor y el más profundo de los hechos violentos que se puede cometer contra una persona, y es más grave aún cuando se trata de un menor, ya que afecta su persona y dignidad y produce un trauma profundo que lo acompaña en todo su desarrollo y vida.
Estas autoras plantean que la falta de atención de las políticas sociales hacia las necesidades básicas de los sujetos (sociales, salud, educación, trabajo, vivienda y calidad de vida digna) es lo que hace que no se pueda controlar y erradicar el fenómeno violento de las próximas generaciones. La insatisfacción en estas necesidades básicas es lo que conlleva al fenómeno violento y a disfunciones familiares.
Históricamente la humanidad erigió a la familia como una institución de control social, facultando a los padres o sus sustitutos para ayudar a crecer al niño y lograr ciertos comportamientos considerados necesarios, ya que el cuerpo social crece alrededor de la familia, que es la célula primaria. En la tradición bíblica aparece registrado, junto a la descripción de la primera familia, el primer caso de violencia familiar, la muerte de Abel en manos de su hermano Caín.
“La violencia es tan antigua como la familia”. El relato bíblico empieza con la pareja humana y su desobediencia en el paraíso, la adquisición del bien y del mal y la violencia como respuesta al castigo.
La composición de la familia, la estructura social, los regímenes políticos y económicos encuentran grandes disociaciones que afectan los vínculos. La agresión y el maltrato es un idioma cotidiano en el 50% de las familias y el abuso el signo calificador de un 25% de ellas. El niño, portador del mensaje genético y cultural de la familia y sociedad del futuro, es descuidado y abusado en un 30% de la población infantil.
En el maltrato a menores, dicen las autoras, el período más sensible para el desarrollo del apego y la estructuración de la personalidad es el de los primeros cinco años y en menor medida lo son también los diez años subsiguientes, por lo que esa conducta afectiva regirá la vida del individuo.
El sistema familiar es el grupo primario y fundamental, en él crecen y se desarrollan los niños durante su proceso de incorporación a la sociedad. Es la primera escuela. En él se viven las experiencias básicas de las relaciones humanas, que dejan huellas imborrables en la personalidad infantil.
La institución familia es agente de maltrato cuando concibe a los niños, no como persona que piensa, siente y actúa sino como un objeto al que se impone cuidados y defensas. Sólo cuando se toma al niño como objeto se puede hacer “uso” familiar y/o social de él; instrumentándolo, privándolo de su vida familiar, del vestido adecuado, de la educación necesaria y de su salud.
El Código Civil Argentino, sancionado en 1869 y con vigencia a partir de 1871, absorbe el patriarcado del derecho romano. La patria potestad era realmente la autoridad del padre; y ésta se concibió en interés del padre más que en protección de los hijos. Se la definía como “el conjunto de derechos que las leyes le conceden al padre sobre la persona y bienes de los hijos”.
En 1919, la “Ley de Patronato de Menores” (ley 10.903), modifica el concepto de patria potestad al definirla como “un conjunto de derechos y obligaciones”, respecto a todos los hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio. Se intentaba avanzar en la protección de los niños menores de edad, pero el tiempo dejó ver que en realidad encubría la teoría de la compasión a niños en situación irregular que los fue discriminando. Así los menores que se encontraban en peligro material o moral quedaban bajo la potestad del Estado, creando una franja de nuevos niños, los menores institucionalizados.
Este hecho determinó la intervención subsidiaria del Estado en el marco de la protección a la familia.
La culminación del proceso al respecto de la persona del niño en el marco legislativo estuvo dada con la ley 23.264/85. Esta establece la autoridad de los padres compartida, que es “el conjunto de derechos y deberes que se reconocen a los padres para la protección integral de los hijos”. Esta ley custodia que los padres no se excedan en la educación y formación de los niños. De este modo, la sociedad y el derecho delegan en los padres la formación de sus hijos y los controles sociales, que los ejercen los jueces, ponen límites a los excesos.
Álvarez[2] (1999) considera que la violencia se da a un nivel institucional, social y familiar. Ésta no es exclusiva de la familia, sino que la atraviesa.
La familia es una institución social permanente entre personas cuyos vínculos derivan de la unión intersexual, de la procreación y del parentesco (definición amplia sociológica).
La familia está formada por todos los individuos unidos por vínculos jurídicos, familiares, con origen en el matrimonio, en la filiación y en el parentesco (definición jurídica, del derecho).
La Violencia Familiar se define clásicamente como “todas las formas de abuso que tienen lugar entre los miembros de la familia, que por exceso u omisión menoscaban la posibilidad psicológica, la vida y la libertad. Ésta implica un desequilibrio de poder. Las dos formas de violencia son por exceso, maltrato físico y abuso sexual; y por omisión, abandono.
[1] Gross, S y Apfelbaum, L. B. (22 al 26 de septiembre de 1996). Mejor no saber. Familia y Abuso sexual. IX Congreso Mundial de Violencia Familiar. (pp. 928-943). Panamá.

[2] Álvarez, L. (1999). Apuntes teóricos dictados en la materia Psicología Jurídica, en la Universidad de Belgrano.

Abuso Sexual: Una mirada hacia la prevención basada en la vulnerabilidad del menor

LOZANO, Aura Denise; DÍAZ MORENO, Luz Amelia; MÚNERA, Claudia Patricia. Santa Fé de Bogotá, Mayo 15 de 1998

Algunos de los principales factores de riesgo para que ocurra el abuso sexual son:
Problemas maritales del agresor.
Alejamiento sexual de la pareja y violencia marital.
Puede haber una confusión e inversión de roles entre los diferentes miembros de la familia.
El alcoholismo y la dependencia a otras sustancia psicoactivas, ya que estas desinhiben internamente al sujeto.
Los antecedentes sexuales de sus padres, su historial de abuso (incesto y violación).
La vulnerabilidad del menor: es un factor de riesgo para que ocurra el abuso sexual, Vargas Trujillo[1](1995) dice que dadas sus características de desconocimiento, impotencia y dependencia, varios estudios han establecido que los niños más vulnerables de ser víctimas de abuso sexual presente algunas de las siguientes características:
- La edad y sexo del niño interactúan con las preferencias del abusador para convertirlo en víctima potencial.
- Niños y niñas que presentan mayor curiosidad hacia aspectos sexuales ya sea porque su propio desarrollo y capacidad intelectual los hacen más inquietos y cuestionadores o porque han sido expuestos desde muy temprano al comportamiento sexual de adultos.
- Menores que mediante su comportamiento verbal y no verbal muestran que son fácilmente manipulables.
- Niños o niñas con autoestima negativa y necesitados de atención y afecto.
- Menores que no tienen vínculo afectivo estrecho con sus padres y/o tienen una mala relación con ellos.
- Niñas o niños muy pequeños o discapacitados física o intelectualmente.
- Menores educados por adultos autoritarios, que obedecen sin cuestionar las imposiciones de los mayores.
- Niñas o niños que no tienen conocimiento o que no saben que es el abuso sexual.
Ausencia de apoyo social por parte de la propia familia durante la infancia (de Paúl y Arruabarrena 1996)[2].
Mayor frecuencia de familias monoparentales.
Presencia de una figura paterna masculina sin relación biológica.
Alteraciones psicopatológicas en los padres maltratantes.
Entendiendo que una persona menor de edad es vulnerable al abuso cuando:
Carece de información sobre el abuso.
Vive en condiciones de aislamiento o le falta comunicación.
Es percibido no como una persona con derechos, sino como objeto en una relación de dominio, propiedad de sus padres o adultos encargados, lo que legitima toda forma de violencia y desautoriza toda posible intervención social.
[1] VARGAS TRUJILLO, E. Y C. Y MEJÍA DE CAMARGO, S. (1995) Intervención en Casos de Abuso sexual en Estados de Crisis. Bogotá: Defensoría del Pueblo, Fundación FES y Unicef.
VARGAS TRUJILLO, E. Y C. Y MEJÍA DE CAMARGO, S. (1995). Enseñando a los Niños a Evitar el Abuso Sexual. Bogotá: Defensoría del Pueblo, Fundación FES y Unicef.

[2] DE PAÚL, J. Y ARRUABARRENA, M.I. (1996) Manual de Protección Infantil. Barcelona: Masson S.A.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Trastorno por estrés postraumático

Criterios para el diagnóstico de F43.1 [309.81]

A. La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han existido
(1) y (2):
(1) la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más) acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás
(2) la persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos.
Nota: En los niños estas respuestas pueden expresarse en comportamientos desestructurados o agitados

B. El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente a través de una (o más) de las siguientes formas:
(1) recuerdos del acontecimiento recurrentes e intrusos que provocan malestar y en los que se incluyen imágenes, pensamientos o percepciones. Nota: En los niños pequeños esto puede expresarse en juegos repetitivos donde aparecen temas o aspectos característicos del trauma
(2) sueños de carácter recurrente sobre el acontecimiento, que producen malestar.
Nota: En los niños puede haber sueños terroríficos de contenido irreconocible

(3) el individuo actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento traumático está ocurriendo (se incluye la sensación de estar reviviendo la experiencia, ilusiones, alucinaciones y episodios disociativos de flash back, incluso los que aparecen al despertarse o al intoxicarse). Nota: Los niños pequeños pueden reescenificar el acontecimiento traumático específico
(4) malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático
(5) respuestas fisiológicas al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático

C. Evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la reactividad general del individuo (ausente antes del trauma), tal y como indican tres (o más) de los siguientes síntomas:
(1) esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático
(2) esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma
(3) incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma
(4) reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas
(5) sensación de desapego o enajenación frente a los demás
(6) restricción de la vida afectiva (p. Ej., incapacidad para tener sentimientos de amor)
(7) sensación de un futuro desolador (p. Ej., no espera obtener un empleo, casarse, formar una familia o, en definitiva, llevar una vida normal)

D. Síntomas persistentes de aumento de la activación (arousal) (ausente antes del trauma), tal y como indican dos (o más) de los siguientes síntomas:
(1) dificultades para conciliar o mantener el sueño
(2) irritabilidad o ataques de ira
(3) dificultades para concentrarse
(4) hipervigilancia
(5) respuestas exageradas de sobresalto

E. Estas alteraciones (síntomas de los Criterios B, C y D) se prolongan más de1 mes.

F. Estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
Especificar si:
Agudo: si los síntomas duran menos de 3 meses
Crónico: si los síntomas duran 3 meses o más
Especificar si:
De inicio demorado: entre el acontecimiento traumático y el inicio de los síntomas han pasado como mínimo 6 meses

Características diagnósticas
La característica esencial del trastorno por estrés postraumático es la aparición de síntomas característicos que sigue a la exposición a un acontecimiento estresante y extremadamente traumático, y donde el individuo se ve envuelto en hechos que representan un peligro real para su vida o cualquier otra amenaza para su integridad física; el individuo es testimonio de un acontecimiento donde se producen muertes, heridos, o existe una amenaza para la vida de otras personas; o bien el individuo conoce a través de un familiar o cualquier otra persona cercana acontecimientos que implican muertes inesperadas o violentas, daño serio o peligro de muerte o heridas graves (Criterio A1). La respuesta del sujeto a este acontecimiento debe incluir temor, desesperanza y horrores intensos (o en los niños, un comportamiento desestructurado o agitado) (Criterio A2). El cuadro sintomático característico secundario a la exposición al intenso trauma debe incluir la presencia de reexperimentación persistente del acontecimiento traumático (Criterio B), de evitación persistente de los estímulos asociados a él y embotamiento de la capacidad de respuesta del individuo (Criterio C), y de síntomas persistentes de activación (arousal) (Criterio D). El cuadro sintomático completo debe estar presente más de 1 mes (Criterio E) y provoca un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo (Criterio F).
Entre los acontecimientos traumáticos que pueden originar un trastorno por estrés postraumáticos e incluyen (aunque no de forma exclusiva) los combates en el frente de guerra, ataques personales violentos (agresión sexual y física, atracos, robo de propiedades) ser secuestrado, ser tomado como rehén, torturas, encarcelamientos como prisionero de guerra o internamientos en campos de concentración, desastres naturales o provocados por el hombre, accidentes automovilísticos graves, o diagnóstico de enfermedades potencialmente mortales. En los niños, entre los acontecimientos traumáticos de carácter sexual pueden incluirse las experiencias sexuales inapropiadas para la edad aun en ausencia de violencia o daño reales. Entre los acontecimientos traumáticos que pueden provocar un trastorno por estrés postraumático se incluyen (aunque no de forma exclusiva)la observación de accidentes graves o muerte no natural de otras personas a causa de la guerra, accidentes, ataques violentos, desastres o ser testigo inesperado de muertes, amputaciones o fragmentación de cuerpo. Los acontecimientos traumáticos experimentados por los demás y que al ser transmitidos al individuo pueden producir en él un trastorno por estrés postraumático comprenden(aunque no de forma exclusiva) actos terroristas, accidentes graves o heridas de envergadura vividos por un familiar o un amigo cercano, o la constancia de que el propio hijo padece una enfermedad muy grave. El trastorno puede llegar a ser especialmente grave o duradero cuando el agente estresante es obra de otros seres humanos (p. Ej., torturas, violaciones). La probabilidad de presentar este trastorno puede verse aumentada cuanto más intenso o más cerca físicamente se encuentre el agente estresante.
El acontecimiento traumático puede ser reexperimentado de varias maneras. Normalmente, el individuo tiene recuerdos recurrentes e intrusos (Criterio B1) o pesadillas recurrentes en las que el acontecimiento vuelve a suceder (Criterio B2). En algunos casos, por otra parte muy poco frecuentes, el individuo experimenta estados disociativos que pueden durar de pocos segundos a varias horas, o incluso días, durante los cuales se reviven aspectos del suceso y la persona se comporta como si en ese momento se encontrara en él (Criterio B3). Cuando el individuo se expone a estímulos desencadenantes que recuerdan o simbolizan un aspecto del acontecimiento traumático(p. Ej., aniversarios del suceso, clima frío y nevado o guardias uniformados en los supervivientes de los campos de la muerte; clima cálido y húmedo en veteranos de la guerra del Sur del Pacífico; entrar en cualquier ascensor en una mujer que fue violada en uno de ellos), suele experimentar un malestar psicológico intenso (Criterio B4) o respuestas de tipo fisiológico (Criterio B5).
Los estímulos asociados al acontecimiento traumático acaban siendo persistentemente evitados.
El individuo suele hacer esfuerzo deliberados para evitar caer en pensamientos, sentimientos o mantener conversaciones sobre el suceso (Criterio C1) y para eludir actividades, situaciones o personas que puedan hacer aflorar recuerdos sobre él (Criterios C2). En este comportamiento de evitación puede incluirse la amnesia total de un aspecto puntual del acontecimiento (Criterio C3).
La disminución de la reactividad al mundo exterior, denominada «embotamiento psíquico» o Trastornos de ansiedad 435 «anestesia emocional», suele aparecer poco después de que tenga lugar el acontecimiento traumático.
El individuo puede manifestar una acusada disminución del interés o participación en actividades que antes le resultaban gratificantes (Criterio C4), una sensación de alejamiento o enajenación de los demás (Criterio C5) o una acusada disminución de la capacidad para sentir emociones (especialmente las que hacen referencia a la intimidad, ternura y sexualidad) (Criterio C6). El individuo puede describir una sensación de futuro desolador (p. Ej., no creer en la posibilidad de obtener un trabajo, casarse, formar una familia o, en definitiva, de llevar a cabo una vida normal) (Criterio C7).
El sujeto con este trastorno padece constantemente síntomas de ansiedad o aumento de la activación (arousal) que no existían antes del trauma. Entre estos síntomas cabe citar la dificultad para conciliar o mantener el sueño, que puede deberse a pesadillas recurrentes donde se revive el acontecimiento traumático (Criterio D1), hipervigilancia (Criterio D4) y respuestas exageradas de sobresalto (Criterio D5). Algunos individuos manifiestan irritabilidad o ataques de ira (Criterio D2) o dificultades para concentrarse o ejecutar tareas (Criterio D3).
Especificación Las siguientes especificaciones pueden utilizarse para concretar el inicio y la duración de los síntomas del trastorno por estrés postraumático:
Agudo. Esta especificación debe emplearse cuando la duración de los síntomas es inferior a los 3 meses.
Crónico. Esta especificación debe emplearse cuando la duración de los síntomas es igual o superior a los 3 meses.
De inicio demorado. Esta especificación indica que entre el acontecimiento traumático y el inicio de los síntomas han pasado como mínimo 6 meses.
Síntomas y trastornos asociados Características descriptivas y trastornos mentales asociados. Los individuos con trastorno por estrés postraumático pueden sentirse amargamente culpables por el hecho de haber sobrevivido cuando otros perdieron la vida. En otras ocasiones las actividades que simulan o simbolizan el trauma original interfieren acusadamente con sus relaciones interpersonales, lo que puede dar lugar a conflictos conyugales, divorcio o pérdida del empleo. Cuando el agente estresante es de carácter interpersonal (p. Ej., abusos sexuales o físicos en niños, peleas familiares, secuestros, encarcelamientos como prisionero de guerra o internamientos en campos de concentración, torturas), puede aparecer la siguiente constelación de síntomas: afectación del equilibrio afectivo; comportamiento impulsivo y autodestructivo; síntomas disociativos; molestias somáticas; sentimientos de inutilidad, vergüenza, desesperación o desesperanza; sensación de perjuicio permanente; pérdida de creencias anteriores; hostilidad; retraimiento social; sensación de peligro constante; deterioro de las relaciones con los demás, y alteración de las características de personalidad previas.
En este trastorno puede haber un mayor riesgo de presentar trastorno de angustia, agorafobia, trastorno obsesivo-compulsivo, fobia social, fobia específica, trastorno depresivo mayor, trastorno de somatización y trastorno relacionado con sustancias. También queda por aclarar hasta qué punto estos trastornos preceden o siguen al inicio del trastorno por estrés postraumático.
Hallazgos de laboratorio. El aumento de la activación (arousal) puede ser cuantificado mediante estudios de actividad vegetativa (p. Ej., frecuencia cardiaca, electro miografía, secreción de las glándulas sudoríparas).
Hallazgos de la exploración física y enfermedades médicas asociadas. A consecuencia del acontecimiento traumático pueden aparecer enfermedades médicas (p. Ej., traumatismos craneoencefálicos, quemaduras).
Síntomas dependientes de la cultura y la edad las personas que han emigrado recientemente de áreas con disturbios sociales y conflictos civiles importantes pueden presentar una mayor incidencia de trastorno por estrés postraumático. Estos individuos pueden mostrarse especialmente reacios a divulgar sus experiencias relativas a torturas y traumatismos debido a la vulnerabilidad de su status político como inmigrantes. Para diagnosticar y tratar correctamente a estos individuos suele requerirse una valoración específica de sus experiencias traumáticas.
En los niños mayores las pesadillas perturbadoras sobre el acontecimiento traumático pueden convertirse, al cabo de varias semanas, en pesadillas generalizadas, donde pueden aparecer monstruos, rescates espectaculares o amenazas sobre ellos mismos o sobre los demás. Los niños no suelen tener la sensación de revivir el pasado; de hecho, la reexperimentación del trauma puede reflejarse en juegos de carácter repetitivo (p. Ej., un niño que se vio implicado en un grave accidente de tráfico lo recrea en sus juegos haciendo chocar sus coches de juguete). Puesto que para un niño puede ser difícil expresar la disminución del interés por las actividades importantes y el embotamiento de sus sentimientos y afectos, estos síntomas deben ser objeto de una cuidadosa valoración mediante el testimonio de los padres, profesores y otros observadores. En los niños la sensación de un futuro desolador puede traducirse en la creencia de que su vida no durará tanto como para llegar a adulto. También puede producirse la «elaboración de profecías», es decir, la creencia en una especial capacidad para pronosticar futuros acontecimientos desagradables. Los niños pueden presentar varios síntomas físicos como dolores de estómago y de cabeza.

Prevalencia
Los estudios basados en la comunidad revelan que la prevalencia global del trastorno por estrés postraumático oscila entre el 1 y el 14 %, explicándose esta variabilidad por los criterios diagnósticos empleados y el tipo de población objeto de estudio. En estudios sobre individuos de riesgo (p. Ej., veteranos de guerra, víctimas de erupciones volcánicas o atentados terroristas) pueden encontrarse cifras de prevalencia que van del 3 al 58 %.

Curso
El trastorno por estrés postraumático puede iniciarse a cualquier edad, incluso durante la infancia.
Los síntomas suelen aparecer en los primeros 3 meses posteriores al trauma, si bien puede haber un lapso temporal de meses, o incluso años, antes de que el cuadro sintomático se ponga de manifiesto.
Con frecuencia, la alteración reúne inicialmente los criterios diagnósticos del trastorno por estrés agudo (v. Pág. 440). Los síntomas del trastorno y la predominancia relativa de la reexperimentación, comportamiento de evitación, y síntomas de activación (arousal) pueden variar ampliamente a lo largo del tiempo. La duración de los síntomas muestra considerables variaciones; la mitad de los casos suele recuperarse completamente en los primeros 3 meses; en otras ocasiones todavía pueden persistir algunos síntomas más allá de los 12 meses posteriores al acontecimiento traumático.
La intensidad, duración y proximidad de la exposición al acontecimiento traumático constituyen los factores más importantes que determinan las probabilidades de presentar el trastorno. Existen algunas pruebas que demuestran que la calidad del apoyo social, los antecedentes familiares, las experiencias durante la etapa infantil, los rasgos de personalidad y los trastornos mentales preexistentes pueden influir en la aparición del trastorno por estrés postraumático. Este trastorno puede aparecer en individuos sin ningún factor predisponente, sobre todo cuando el acontecimiento es extremadamente traumático.

Diagnóstico diferencial
En el trastorno por estrés postraumático el factor estresante debe revestir suma gravedad (p. Ej., un peligro para la vida). En cambio, en el trastorno adaptativo el factor estresante puede tener cualquier intensidad. El diagnóstico de trastorno adaptativo es apropiado tanto cuando las respuestas a un desencadenante extremo no reúnen los criterios diagnósticos del trastorno por estrés postraumático (o cualquier otro trastorno mental específico) como cuando el cuadro sintomático típico de trastorno por estrés postraumático aparece en respuesta a desencadenantes no excesivamente importantes (p. Ej., abandono del cónyuge, pérdida del puesto de trabajo).
No todos los síntomas psicopatológicos que aparecen en individuos expuestos a un factor estresante de carácter extremo deben atribuirse necesariamente a un trastorno por estrés postraumático.
Los síntomas de evitación, embotamiento emocional y aumento de la activación (arousal) previos al acontecimiento traumático no reúnen los criterios para el diagnóstico de trastorno por estrés postraumático y deben ser diagnosticados como secundarios a otros trastornos (p. Ej., un trastorno del estado de ánimo u otros trastornos de ansiedad). Es más, si el cuadro sintomático, pese a aparecer como respuesta a un factor estresante de carácter extremo, reúne los criterios de otro trastorno mental (p. ge, trastorno psicótico breve, trastorno de conversión, trastorno depresivo mayor), en vez de un trastorno por estrés postraumático, o además de él, debe diagnosticarse el otro trastorno mental.
El trastorno por estrés agudo se diferencia del trastorno por estrés postraumático porque el cuadro sintomático del primero debe aparecer y resolverse en las primeras 4 semanas posteriores al acontecimiento traumático. Si los síntomas persisten más de 1 mes y reúnen los criterios de trastorno por estrés postraumático, debe cambiarse el diagnóstico de trastorno por estrés agudo por el de trastorno por estrés postraumático.
En el trastorno obsesivo-compulsivo hay pensamientos intrusos de carácter recurrente, si bien el individuo los reconoce como inapropiados y no se relacionan con la experiencia de un acontecimiento traumático. Los flashbacks típicos del trastorno por estrés postraumático deben distinguirse de las ilusiones, alucinaciones y otras alteraciones perceptivas que pueden aparecer en la esquizofrenia, otros trastornos psicóticos, trastorno del estado de ánimo con síntomas psicóticos, delirium, trastornos relacionados con sustancias y trastorno psicóticos debidos a enfermedad médica.
Cuando están por medio compensaciones económicas, selecciones o determinaciones forenses, debe descartarse siempre la simulación.
Relación con los Criterios Diagnósticos de Investigación de la CIE-10
Los Criterios Diagnósticos de Investigación de la CIE-10 para el trastorno por estrés postraumático proponen un criterio distinto para valorar el carácter estresante de una situación o acontecimiento determinados: éstos deben tener una «naturaleza extraordinariamente amenazadora o catastrófica, susceptible de provocar un malestar permanente en prácticamente cualquier individuo».

Incesto y Abuso Sexual Infantil

Un Enfoque Desde la Psicología Preventiva
Organización Panamericana de la Salud - Lima, Mayo 2003
Ministerio de Salud Kallpa

INCESTO, ABUSO SEXUAL INFANTIL Y FAMILIA


Las familias forman a sus miembros y les inculcan roles que éstos actuarán y
desarrollarán más adelante. Así, en las familias disfuncionales se modelan en su interior los roles de incestado(a), de abusadores(as) o abusadas(os) y estas personas con sus roles disfuncionales aprendidos se encontrarán en la escena social y se relacionarán entre sí.
Tanto el incesto como el abuso sexual infantil son indesligables en cuanto a su etiología ambos se originan en la familia, en edades muy tempranas e influyen en la vida de la persona hasta su esclarecimiento en psicoterapia.
El incesto como el abuso sexual infantil se encuentran vinculados, tanto a nivel de
víctima como de victimario, con sistemas familiares que promueven y refuerzan estilos de conducta marcados por un deficiente control de impulsos (por ejemplo en la presencia de conductas autopunitivas, autoinculpatorias y sancionadoras consigo mismo), ausencia de conductas de protección y autocuidado, identidad difusa manifestada a través de una conducta dependiente, social y emocionalmente; y poco asertiva.
El incesto y el abuso sexual se encuentran asociados a la desorganización social,
política y económica de una sociedad, deterioro que se refleja en una pérdida de valores.
Por ejemplo, se valora más los bienes materiales que la vida humana.
En este encuadre se entiende por incesto a las materializaciones del impulso sexual con algún miembro de la familia nuclear, extensa o política. También, con alguna persona fuera de la familia que represente y actué un rol familiar.
El incesto puede clasificarse de la manera siguiente:
a. Fantaseado a nivel de fantasía de deseo sexual, consciente o inconsciente, dirigido hacia un miembro de la familia nuclear, extensa o política.
La fantasía es un mecanismo psicológico que pone de manifiesto los impulsos y
deseos reprimidos de la conciencia, pero presentes como condicionantes o determinantes de nuestra conducta.
b. Materializado cuando se concreta la relación sexual con algún miembro de la familia nuclear, extensa o política, en cualquiera de sus manifestaciones.
La presencia en la persona de fantasías incestuosas conscientes o inconscientes más allá de los seis años de edad configuran una situación incestuosa patológica, que al igual que el incesto materializado, requiere de tratamiento psicoterápico. Estas fantasías incestuosas también se pueden presentar en algunos adolescentes debido a la actividad hormonal intensa que se desarrolla en ese período, sin embargo este episodio si es muy fugaz no es patológico.
Por otro lado, se considera que el abuso sexual infantil es la consecuencia de una
tergiversación en la composición de los impulsos. Así, en la descarga del impulso sexual hay una inversión anormal de la predominancia. Predomina lo tanático (agresivo) sobre lo erótico (placentero) por lo tanto, el abusador siente placer al observar el miedo de su víctima. En muchos casos si la víctima no da señales de temor el abusador o la abusadora puede perder el deseo.
El abuso sexual infantil se da cuando un adulto o persona mayor hace objeto a un
niño(a) de sus impulsos sexuales, ya sea a través de insinuaciones, comentarios o la materialización de actos sexuales.

INDICADORES DE RIESGO

• Solteros(as) maduros. Este es un indicador válido sólo para el caso de incesto.
Existencia de miembros de la familia, nuclear, extensa o política, que a pesar de estar en condiciones materiales y etáreas, no han podido constituir una pareja estable o tienen mucha dificultad para hacerlo; poniendo en evidencia, la dificultad en pasar de la endogamia a la exogamia. Podemos citar el caso de los “novios eternos”.
• La pareja constituida tiene una diferencia de edades muy significativa. Que
suscitan comentarios populares de: “Te has casado con tu papá” o “ con tu mamá”.
• Colecho y cohabitación. El colecho se produce cuando uno de los padres o ambos duermen en la misma cama con el hijo(a) o los hijos(as). La cohabitación se da cuando los padres comparten la misma habitación con sus hijos(as).
• Roles confusos en la familia. Padre o madre que dependen en todo momento y
edad de los hijos(as) sin motivo que lo justifique. El hijo o la hija hacen las veces de padre o madre, procurando protección y sustento a los padres que funcionan como hijos.
También cuando se dan roles invertidos, la madre hace el papel del padre y el padre hace el papel de la madre.
Así mismo, cuando los hermanos(as) mayores crían a sus hermanos(as) menores,
asumiendo el papel de padres. O cuando la esposa hace de madre del esposo que actúa como hijo o viceversa.
• Sexualidad de la pareja insatisfactoria o ausente, porque está interferida por los conflictos emocionales de sus miembros. Disfunciones eréctiles, anorgasmia, entre otros.
• Celos de uno de los padres por el enamoramiento de sus hijos(as). La familia impide o dificulta sistemáticamente el enamoramiento de sus hijos(as).
• Trabas a que el hijo(a) pueda constituir un grupo de pertenencia (amigos, amigas) fuera de la familia. Restricciones inmotivadas a participar y disfrutar de la vida social.
• Padres “tocadores”. Realización de caricias exageradas de padres hacia los
niños(as). Besos en la boca entre padres e hijos(as).
• Al interior de la familia niños(as) “tocadores”. Tocan zonas erógenas, (pecho,
genitales, glúteos, piernas) de uno de los padres (generalmente, de la madre) o de ambos, también de adultos que visitan la casa.
• Padres e hijos(as) juntos bañándose desnudos. También padre, madre que bañan a sus hijos(as) hasta edades en que el niño o niña puede ya valerse por sí mismo(a).

Abuso sexual en niños y adolescentes de ambos sexos

ALMONTE Carlos, INSUNZA Carla, RUIZ Cecilia. Sexual Abuse in Children and Adolescents of Both Sexes. © 2006 Sociedad de Neurolog• Psiquiatr•y Neurocirug•br>. Carlos Silva V. 1292, Depto. 22. Plaza Las Lilas, Providencia Santiago de Chile. Fono 232 9347.
editorial@sonepsyn.tie.cl


El ASI intrafamiliar con frecuencia significa una trasgresión de los límites transgeneracionales, lo que ocurre cuando el abuso es realizado por una figura parental. En esta situación, en la víctima se produce una perturbación en la formación valórica, derivada de la transformación del garante ético en un trasgresor de estos valores. Las consecuencias del ASI suelen resultar impredecibles para el futuro de la familia y de cada uno de sus miembros.

Puesta a punto bibliografica sobre la relación de los conceptos parafilias y abuso sexual infantil Nº 87.

FELDMANN, Denise. Tutora: FRIDMAN, Cristina Tania. Facultad de Humanidades. Licenciatura en Psicología. Universidad de Belgrano. Bs. As. Departamento de investigación. Junio 2003.

Álvarez
[1](1993) piensa que en las familias violentas queda actuado lo que en la neurosis fue reprimido y vehiculizado a través de la sublimación.
Existen dos tipos de desborde afectivo en dichas configuraciones vinculares: los estallidos afectivos irrestrictos (dolor-odio) y los desbordes de erogeneidad incestuosa apenas disfrazados.
Se pierde en estas familias la función anímica del despliegue de la singularidad. La función paterna queda anulada en y por el goce mismo. El intercambio de
objetos crea una indiferenciación entre los cuerpos. Características generales de las familias violentas:

  • Predominio de defensas de la desmentida y desestima. El modo central del vínculo familiar es la invasión afectiva.
  • El exterior es vivido como peligroso, por lo que el intercambio con éste es clandestino, ya que no se puede abandonar la horda.
  • Si lo que sucede es la consumación del incesto se borran los vértices que en la triangulación edípica designa los lugares de padre – madre – hijo. Las manifestaciones no son inmediatas sino a posteriori. “… Los efectos en el psiquismo infantil de una mirada u escucha paterna ciega por el erotismo son catastróficas”. Pueden llevar a un pensamiento empobrecido, extravíos de la pulsión de saber, tristezas vacías, desafectivizaciones que conducen al suicidio y mini suicidios. Heridas tajantes en el cuerpo, accidentes, actos delictivos. Marcas en el propio cuerpo y en el cuerpo social, que intentan delimitar espacios que no están contenidos en el psiquismo”.

    Características familiares
  • Disfunciones familiares
  • Hacinamiento
  • Violencia marital
  • Aislamiento
  • Inversión o confusión de roles
  • Miedo a la separación familiar
  • Problemas maritales con alejamiento sexual
  • Ausencia frecuente del hogar del progenitor no abusador, dando así una mejor oportunidad para el abuso sexual

    El funcionamiento familiar desempeña un papel muy importante en la determinación del impacto del abuso sexual infantil, por lo que un ambiente familiar disfuncional puede incrementar la vulnerabilidad del niño al abuso y a los problemas de conducta. Koverola[2] et al. (1993) encontraron que los sucesos estresantes (enfermedad o accidentes graves, muerte, conflictos o separación de los padres), la información útil para afrontar el abuso de las víctimas y el apoyo de las madres son las únicas variables predictoras estadísticamente significativas; las niñas que no contaban con apoyo y experimentaron un alto número de situaciones estresantes y poca información para enfrentar el abuso presentaban un mayor nivel de depresión.
    La reacción de la familia ante la revelación es de suma importancia para las víctimas de abuso sexual infantil. Dubowitz
    [3] et al. (1993) consideran que la conducta de los miembros de la familia influye en el tipo e intensidad de los síntomas que presentan las víctimas de abuso sexual infantil, de modo que cuando los padres reaccionan mostrando poca comprensión, los niños muestran un peor nivel de adaptación. El apoyo parental es un elemento clave para que las víctimas mantengan o recuperen sus niveles de actividad, de funcionamiento académico y de relaciones con sus iguales después de la revelación.
    [1] Álvarez, L. (1993). Espacio judicial-espacio familiar. Por qué la violencia?. Rev. A.P.F.R.A. Buenos Aires.

    [2] Koverola, C.; Pound, J.; Heger, A., y Lytle, C. (1993). Relationships of child sexual abuse to depression. Child Abuse and Neglect, 17, 393-400.

    [3] Dubowitz, H.; Black, M.; Harrington, D., y Verschoore, A. (1993). A follow-up study of behavior problems associated with child sexual abuse. Child Abuse and Neglect, 17, 743-754.

Abuso Sexual: Una mirada hacia la prevención basada en la vulnerabilidad del menor

LOZANO, Aura Denise; DÍAZ MORENO, Luz Amelia; MÚNERA, Claudia Patricia. Santa Fé de Bogotá, Mayo 15 de 1998

En las familias en que ocurre el incesto predomina la incomunicación, la indefinición de limites, la privación emocional, las reglas rígidas, el aislamiento social y el abandono. El aislamiento social es una de las características típicas de las familias incestuosas. En estas familias los sentimientos de odio y las reacciones más fuertes se dirigen hacia la madre, que la mayor parte de las veces es consciente de esta situación.
Según Barudy
[1] (1995), existen tres tipos de familia en los que, la relación incestuosa mantiene un cierto funcionamiento presentan algunas de las siguientes características:
  • Padre abusador dominante, esposa sumisa dominada, hija adultificada y protectora.
  • Padre abusador sumiso, esposa dominante, hija dominada.
  • Padre abusador dominante, esposa dominante, hija abusada y utilizada como reguladora de la relación.
  • La madre no es capaz de asegurar cuidados maternales suficientemente adecuados.
  • Es incapaz de proteger a sus hijos.
  • Es el objeto de esperanzas ficticias de su marido.

    Otras características sobre la familia de la víctima propuestas por Miller, T. (1988) son:
  • Madre pasiva, dependiente y/o auto dogmática por miedo a destruir la unidad familiar.
  • Relación madre – hija caracterizada por la indiferencia, hostilidad y competición.
  • Pobre relación marital.
  • Padre que se vuelca hacia su hija para ver realizadas sus necesidades emocionales o físicas.
  • Niño(a), que se siente emocionalmente excluido y se vuelca hacia su padre para soportar su carencia emocional.
  • Fronteras generacionales entre padre e hija que no son claras.
  • Padres que tienen inadecuada capacidad de respuesta particularmente bajo estrés.
  • Carencia de contacto sexual fuera de la familia.
    [1] BARUDY, J. (1995). Programas de Formación para el Desarrollo de la Administración local.